Este año
Desde finales de Marzo del año pasado que vivo en Amsterdam, los motivos que me impulsaron fueron especialmente la sensación de ausencia de posibilidades que veía en España y la debilidad que sentí de poder hacer algo al respecto para cambiar la situación. Había pasado un tiempo ya fuera de Madrid recapacitando acerca de esto, lo hice en Cádiz, en Rota, concretamente en la casa de los padres de Luisa que generosamente nos ofrecieron para poder realizar esta meditación. Fueron unos meses donde pude sentir que es no tener nada que hacer (la madera de todas las artes y el infierno del trabajolico). Pasado un tiempo Toronto se perfiló como el mejor siguiente paso, así que nos tragamos todos los documentales posibles acerca de la «ciudad de hielo» mientras realizaba los papeleos de una visa que fue denegada justo un par de semanas antes que Chile (si, aún tengo nacionalidad chilena) llegase a un acuerdo con Canadá para no exigirla más. En vez de insistir esta vez, agarre mi parte supersticiosa y lo interprete como una señal que indicaba la posibilidad de mantenerme en Europa (desde mis últimos tiempo en Madrid que lo único que quería era no estar más rodeado de la sensación de crisis y del potencial de colapso constante (perdón por el recuerdo pesimista)). Valoramos entonces como alternativas las opciones obvias, Londres, Berlín, Estocolmo, etc… siendo Inglaterra descartado por todas las historias de terror acerca de costos -y en general he de confesar que nunca he tenido especial debilidad por Londres (lo sé, soy un ignorante y definitivamente debe haber algo que me estoy perdiendo que no estoy enamorado de ella como el resto de la humanidad)-, Estocolmo, Copenhagen y en general el norte preocupaban irónicamente por el clima (supongo que no estaba tampoco mentalmente preparado para Toronto) así que quedaba Berlin. Alemania en general tiene la fama de no hablar inglés y mi experiencia hasta ese entonces lo confirmaba y dado que mi conocimiento de Alemán da para pedir un currywurst y poco más, había que descartarlo también. En ese punto Luisa dirigió mi pensamiento hacia Amsterdam. Ella había hecho un erasmus en Rotterdam y conociendo Holanda, consideró que Amsterdam sería una ciudad y un contexto que me encantaría y ajustado con lo que se buscaba. Investigación de rigor y efectivamente había mil millones de razones para quererse ir a dar una vuelta por ahí: todo el mundo habla inglés, es un centro de emprendimiento tecnológico y la mentalidad comercial del Dutch junto con mil grupos de desarrolladores flotando por ahí inclinaron la balanza finalmente. Decidido, en marzo como tomamos un tren (para poder mover todo el equipaje y ademas acentuar la sensación de peregrinación) desde Madrid hasta Amsterdam. Fue levemente complejo encontrar una ruta razonable para hacer este trayecto e imposible fue evitar pasar por París, así que decidimos pasar unos días ahí y visitar a una parte de mi familia que no veía hace años.
Cruzamos Burgos con nieve, cambiamos de tren en el País Vasco, pasamos por París (profundos y sinceros reencuentros) llegamos a Amsterdam central un día frío y lluvioso (un día normal vamos) sin planes y sin saber mucho de nada básicamente. Dormimos en un hostal el primer día, al siguiente nos movimos a una casa jardín que vimos en Airbnb, en la cual vivimos un poco más de una semana. Los dueños de la casa principal (actualmente puedo decir que la típica pareja holandesa) nos invitaron a su casa continuamente, a cenar, a compartir, nos mostraron sus niños y nos ofrecieron básicamente de todo. La cara de encanto cuando les contabas que te habías mudado sin nada pero que pensabas que Holanda era potencialmmente el lugar correcto y que lo único que uno quiere es trabajar, fue el mejor resumen de lo que viviríamos el siguiente año.
Nos han abierto todas las puertas que hemos necesitado y cuando alguna se ha cerrado hemos siempre recibido alternativas. Fue sumamente difícil el plantearse seguir siendo autónomo ante tanto interés. Así que finalmente cedimos y Luisa por un lado entró en una agencia para terminar de afianzar el área de desarrollo de apps que habíamos estado cocinando en los años previos y yo por mi parte decidí redirigirme hacia un ámbito con más sentido para mí (el marketing una y otra vez me quitaba las ganas de crear y la educación había dejado de ser una motivación, para incluso ahora darme cuenta que en algunos casos incluso puede ser un problema).
Escogí él área de healthcare y trabajar con una startup que se dedica a construir hardware de precisión médica para el control personal de la salud.
Ha sido un gran acierto en retrospectiva. He tenido mis papeles casi instantáneamente, se me ha concedido una vida más que decente (excepto por la comida, no creo haya muchas peores cocinas que la holandesa) y al día de hoy veo la posibilidad de incluso considerar ciertos pasos extras.
La verdad siempre he sido de tomar decisiones en los cumpleaños y años nuevos (tal vez por eso me preocupan más que me alegran, algo así como: «ahí viene otro giro, ouch…»)
Escribo esto desde un tren de vuelta de Berlín hacia Amsterdam después de 10 días desde mi cumpleaños invertidos ahí. Berlín fue un regalo de cumpleaños. Usando como excusa una conferencia de desarrolladores (muy buena por cierto, llena curiosamente de charlas relativas a la motivación).
Han sido 10 días donde me he reencontrado con el arte, con la tecnología, con la contaminación, con la pobreza, con lo triste y con lo majestuoso. Ha sido inevitable sentir mucho y darme cuenta del agradecimiento que siento al tener opciones.
Me he dado cuenta que mi salud ha mejorado inimaginablemente en Amsterdam y que estoy aburrido.
Vuelvo a Amsterdam con intención de cambiar de trabajo pero de mantenerme en la misma área.
Vuelvo sabiendo que vivo mejor ahí en muchos otros sitios, pero incluso así, esto no significa todo para mí.
Vuelvo acordándome de la gente que a pesar de todas mis brutalidades sigue guardando cariño hacia mi.
Vuelvo sintiendo que el futuro es una amalgama de épocas, texturas e ideas.
Vuelvo haciendo la promesa de aprender a querer.
Vuelvo jodidamente agradecido.
Gracias, te quiero.